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Cuando el Ebro suena, barcas lleva

Apenas quedaban dos meses para el día de Santiago, pero fue entonces cuando resurgieron los recuerdos. Y cuando algo se le mete en la cabeza a un rincero... el mundo comienza a temblar. Bastaron desempolvar unas fotos viejas, calentar unas cuantas cabezas jóvenes, y comenzó el boca-boca rinconero. La maquinaria había comenzado a trabajar A esas alturas, los carteles ya habían comenzado a empepelar el mobiliario público, los mails ya revoloteaban por la intranet rinconera, y los primeros esbozos de barcas ya eran dibujados en las servilletas de los bares. Todo iba viento en popa: Incluso los comentarios de los más agoreros, ya que su simple presencia auguraba que estábamos haciendo algo importante.



Finalmente, contra viento y marea (más bien, contra la chicharrina que caía y la corriente que había), el Viernes 25 de Julio -día de Santiago, igual que habíamos hecho 10 años antes- 13 cacharros flotantes partieron desde la curva de la Recueja. Con 10 bidones por banda, viento en popa a toda vela... casi llegamos al otro Cofín.

Unas lo hicieron despacio. Otras... más aún. Y es que entre 2 y 3 horas tardamos en completar todo el recorrido. Y más nos hubiera gustado estar... ya que el paseo es increíblemente divertido, relajante y emotivo. Seguramente el tiempo consiga hacer olvidar de dónde fueron tomados prestados esos bidones y palets que hicieron posible la bajada (el próximo año propongo que se les dé "publicidad gratuita" a los benefactores), pero pocas de nuestras mentes olvidarán momentos tan guapos como los que allá vivimos. Como la marcha de tractores custodiados por el Subero que nos llevaban hasta el Ebro; el tractor del Cabe intentando meter una barca culona en ese camino de cabras; esa calavera de la barca-pirata que babeada al olor de las chuletas que se hacían a dos metros de sus tibias; ese Mocho San-Bernardo, con la bolsa de vino en la cabeza, que se hizo todo el recorrido a nado abituallando de vino al resto de embarcaciones; la demostración de que no hace falta ir a las olimpiadas para ver una acrobacia perfecta: El Salto del Chiri; o darse cuenta de que la única forma de sacar a todo el Desmadre de su cuarto es si se llevan los sofás con ellos.




Lo que comenzó con una entrevista por parte del enviado del periódico de La Rioja (Ernesto Pascual), mostrando así el interés cultural del acontecimiento, acabó en lor de multitudes con un puente repleto de curiosos y rinconeros que el próximo año acompañarán de nuevo (aunque posiblemente desde más cerca) la bajada. Y dándo todavía gracias de que no pasara nada (el próximo año habrá que poner más medios para que "la suerte" nos vuelva a acompañar), y acallando comentarios de que estas cosas no tienen sentido, unas cuantas cuadrillas rinconeras dieron buena cuenta de que, al menos ciertas tradiciones, merecen la pena ser sacadas del armario.

Y es el que no se moja... acaba seco.

(reportaje extraído de laratoneraderincon)